sábado, septiembre 09, 2006

Problemáticas sobre flexibilización y cultura laboral

El objetivo de este breve ensayo es desarrollar una reflexión acerca de las problemáticas surgidas a partir de la implantación de la flexibilidad laboral en las relaciones laborales latinoamericanas, y como estas impactan directamente en la conformación, deformación y/o disolución de una cultura laboral.

El modelo de sustitución de importaciones que floreció por alrededor de treinta años en América Latina a partir de los 40s alentaba un esquema laboral taylorista-fordista (Tunal, 2002: 420). Caracterizado por un esquema gerencial y productivista masificado; este sistema de producción desarrollo una serie de relaciones laborales peculiares entre los trabajadores; entendiendo al marco de relaciones laborales no solo como una simple red de relaciones intrínsecamente de trabajo, si no como la red de relaciones sociales gestionadas a partir de las formas de trabajo, a lo que podríamos denominar como cultura laboral.

Si bien es cierto que la cultura laboral es única y bien diferenciada entre los diferentes contextos laborales, podemos encontrar simetrías entre la cultura laboral engendrada en las empresas latinoamericanas, estimuladas por la presencia de un Estado protector y un sindicalismo centrado en la lógica de negociaciones políticas con el Estado (Lucena, 2000: 424). Esta cultura laboral se caracterizo por la cohesión lograda sobre la masa de trabajadores además de la conciencia para si, que desbocaba en una conciencia colectiva presente sobre todo ante los problemas políticos y de presiones sobre los trabajadores.

Es una paradoja que el estudio sobre las formas de relaciones sociales promovidas por el trabajo se comenzara en forma concreta a partir de los 70s (Guadarrama, 2000: 213). Precisamente cuando las nuevas formas de organización rescatadas de la experiencia japonesa comenzaran su abordaje en el contexto latinoamericano. En tal caso podemos determinar que el estudio llevado a cabo en esos años describió marcos laborales y sus significaciones que estarían destinados a su bifurcación en los posteriores años.

A partir del agotamiento del modelo de sustitución de importaciones las estructuras creadas por este sufrieron los embates de la debilitación de los mecanismos que el modelo cobijaba. Tomando en cuenta que “las relaciones de trabajo experimentaron sus mas elevados niveles de evolución bajo el modelo [...] el que permito la modernización de la región” (Lucena, 2000: 422).
Ante la crisis del modelos de sustitución de importaciones la única vía, o al menos la vía mas interesada que presento los argumentos para la adhesión de los países latinoamericanos fue la neoliberal. El neoliberalismo es más que un simple sistema de organización económica, alcanza y permea por las capas sociales organizativas y políticas:

“El NEOLIBERALISMO como formación socioeconómica es una configuración de configuraciones [...] por un lado una concepción de mundo, con centro en las teorías de línea genética neoclásica y hoy de las de elección racional; es un tipo de política de ajuste macroeconómico [...] dirigida a permitir la “acción” del libre mercado; es también una forma de Estado que rompe con los acuerdos Keynesianos y con los pactos corporativos” (De la Garza, 2000: 148).

Las modernas teorías organizacionales y administrativas del trabajo[1] se gestionan a partir del modelo neoliberal, este por si mismo implica una reestructuración productiva y una flexibilización de los procesos de trabajo, ya que bajo este modelo de desarrollo no pueden subsistir practicas anquilosadas como el sindicalismo corporativo y el populismo estatal que solapaba a las empresas ineficientes y con números rojos. Sin embargo a pesar de que una de las máximas del neoliberalismo es el minimalismo del Estado, en América latina este ha contenido cierto protagonismo sobre todo en la creación y aplicación de políticas salariales, industriales y de inducción a la flexibilización laboral (De la Garza, 2000: 149).

En este derrotero la flexibilización laboral es entendida como una herramienta neoliberal para la aplicación de medidas de eficiencia laboral. El término fue acuñado por primera vez en Inglaterra para usarla en el ámbito del mercado laboral (Echeverría, 2003: 3). Y se refiere esencialmente a las modificaciones de las estructuras rígidas laborales formalizadas a partir de los paradigmas anteriores (taylorismo[2] y fordismo[3]).

La flexibilización laboral ha tomado diferentes formas en el campo latinoamericano, en teoría esta transformación se baso en “el paso de la producción masiva en grandes lotes o series, a través de maquinarias estandarizadas y rígidas, incapaces de readaptarse; a la producción en pequeña escala con maquinaria programable y reprogramable, polivalente y, en ese sentido, altamente flexible” (Echeverría, 2003: 5). Sin embargo la modificación de las anteriores estructuras no solo dificultan el paso de una transición laboral sino también una transición social de adaptación a las nuevas formas, que se traduce en comportamientos, interacciones, significados y significaciones posteriores al proceso.

En el nuevo contexto donde los mecanismos del mercado determinan los salarios de los trabajadores y no solo estos sino también “los derechos laborales según las condiciones de desarrollo de cada país” (Lucena, 2000: 422). Existe una inseguridad sobre el trabajo y los beneficios que este proporcionaría a sus trabajadores. La flexibilidad ha provocado formas de empleo tan inestables como el subcontrato[4] y el trabajo temporal[5] , donde los trabajadores no adquieren mayor compromiso ni conciencia colectiva ya que los contratos que antiguamente eran colectivos[6], pasaron a ser individuales y específicos, promoviendo sobre todo una conciencia para si o como menciona Lucena (2000) una base de individuación.

Estos nuevos trabajadores adquieren poca identidad ocupacional al ocupar empleos que solo duran un lapso de tres a seis meses; sus relaciones laborales son mínimas y sus lasos de solidaridad por consecuente son escasos ante una maquinaria neoliberal que funciona a través de los empleos inestables y las pocas garantías laborales ofrecidas. Bajo es supuesto de que la cultura se formula a través de la interacción cotidiana con los miembros de la comunidad, estos “Trabajadores asalariados con relaciones laborales transitorias[7]” son incapaces de constituir una cultura laboral estable y sólida, que pudiera fortalecer la presencia de la masa trabajadora en el escenario social, político y económico de un país.

Estas formas de contratación laboral han ganado terreno en el escenario latinoamericano; Partida (2001) describe el caso de Jalisco en México donde se gesto una “flexibilidad del empleo con una relación laboral, sin contrato colectivo, sin seguridad, ni estabilidad en el trabajo”; este tipo de empleos alcanzan los 60 mil en esta entidad, lo que representa que 7 de cada 10 empresas de ese Estado emplea este tipo de recursos de contratación. Otro ejemplo es el estudiado en el sector salud en Colombia, donde el establecimiento de la flexibilidad en el código del trabajo de salud sentó “las bases para formas precarias de contratación, gracias a la realización de contratos individuales, son salario integral, esto es, sin prestaciones sociales; así mismo se facilitan los contratos de servicio [...] que desvirtúan la relación laboral convirtiéndose en un contrato entre instituciones” (Gamboa, et. al., 2004: 157).

Las dificultades ante el embate de la flexibilidad neoliberal no solo se instauran en los pisos de trabajo con una disolución de una cultura laboral y de una identidad laboral; también se muestran los efectos de esta en las capas sociales ulteriores, el “adelgazamiento de las organizaciones, mas incorporación de tecnologías duras y blandas para lograr mayores índices de competitividad, van expulsando mano de obra y haciendo mas difícil la incorporación de los nuevos contingentes de jóvenes” (Lucena, 2000: 442). Esta exclusión influye directamente sobre la cultura del escenario sobre el cual se generan estos cambios, altos índices de delincuencia organizada y violencia son los principales indicadores; además del florecimiento de formas de subsistencia alternativas como el mercado informal y el narcotráfico.

El mercado informal[8] caracterizado por “actividades económicas con bajos niveles de productividad, que autoemplean a miembros de la familia, empleos con bajas remuneraciones, empleo ocasional, pobreza urbana, y cinturones de miseria” (Cortés, 2000: 592). Recrea especiales sistemas de interacción social y representa la única salida para los trabajadores excluidos de las fábricas; las cuales exigen cada vez mas eficiencia y flexibilidad traducidas ambas en la necesidad de mano de obra recalificada, joven y fuerte como en los antiquísimos sistemas de esclavitud colonial de antigua data en América Latina.

El Neoliberalismo instituye mercados de trabajo de acuerdo a las condiciones imperantes de necesidad de las grandes empresas; es así como el empresario busca alrededor del mundo la mano de obra flexible y barata que más le acomoda.

Las empresas crean perfiles de trabajo acordes a sus necesidades sin la mínima preocupación por las perspectivas de los trabajadores, surgen así fenómenos como el establecimiento de empresas fugases o la contratación de mano de obra femenina para un tipo de actividad particular, pero con un salario precario (Oliveira y Ariza, 2000: 653). Los trabajadores se vuelven masas migrantes en busca del trabajo para subsistir en la región donde se establezcan las grandes corporaciones.

En este contexto la cultura laboral se convierte en un elemento irreconocible y constantemente en configuración, con un persistente peligro de disolución por perspectivas como la del el fin del trabajo, “proceso que permitiría la retirada masiva de las personas de la llamada sociedad de trabajo. Se presume que la discontinuidad del trabajo profesional puede ser para todos fuente de una vida extremadamente rica, creativa y libre” (Yáñez, 1999: 1). Sin embargo los escenarios palpables en América latina muestran una crisis y deterioro del mercado de trabajo así como de los contextos culturales que a estos envuelve. Una crisis que se presenta difícil de superar y en constante ebullición, concebida desde las cúpulas capitalistas con ayuda de los lideres políticos latinoamericanos.

Notas:

[1]Al nombrar a estas nuevas teorías me refiero a las que de la Garza (2000) denomina como las teorías que dan cuenta de este campo problemático que van desde las posfordistas hasta las nuevas relaciones industriales, la nueva ola de la gerencia (calidad total y justo a tiempo) y el lean production, la geografía de Storper, los nuevos conceptos de producción, la modernización reflexiva y las nuevas teorías de segmentación del mercado del trabajo.

[2]Basado en el principio de “la administración científica” desarrollado por Frederick Winslow Taylor, puede considerarse como la racionalización de los procesos productivos al diferenciar las tareas de creación y ejecución o lo que es lo mismo dividir las tareas de la producción (directivos, ingenieros, entre otros) de las tareas mecánicas, asegurando un mayor control de la producción por parte de los gestores.

[3]Esquema técnico o gerencial para la organización del trabajo, puesto en marcha en la segunda década del siglo XX en EUA y extendido después de la 2ª Guerra Mundial en los principales países capitalistas. Puede entenderse a través de: i) La división técnica del trabajo establecida en el taylorismo (producción masiva de bienes estandarizados, aplicación de tecnologías rígidas vinculadas a las cadenas de montaje y a una fuerza de trabajo especializada). ii) Incremento de la productividad sustentado en la mecanización e intensificación del trabajo y iii) incremento del consumo basado en la estabilidad del empleo, crecimiento de los salarios reales y seguridad social.

[4]Aquel en el que se establecen relaciones entre dos empresas (una usuaria y otra de contratación) donde una encarga a otra la producción de etapas, de partes o de partidas completas de la producción de bienes o prestación de determinados servicios, que la segunda empresa se compromete a llevar a cabo por cuenta y riesgo, con recursos financieros propios.

[5]Se define por reducir empleados de planta; por la existencia de estabilidad laboral; por contar con un contrato referido a servicios extraordinarios de la empresa, por lo tanto la prestación de servicios corresponde a la obra o tarea determinada; los materiales y las herramientas de trabajo son propiedad de la empresa.

[6]El Contrato Colectivo de Trabajo hace referencia a la parte formal de la empresa, a través de la legitimación de las condiciones generales de trabajo de un documento de carácter legal. En este se estipulan como mínimo, las condiciones laborales que garantiza el artículo 123 constitucional y la LFT (Ley federal del Trabajo) y puede ser independiente de otro tipo de convenios.

[7]Concepto desarrollado por Pelligrini. Refiere que este tipo de trabajadores son cada vez mas socorridos por las empresas privadas, empero, sus primeros indicios se hallan en las pequeñas y medianas empresas.

[8]Conjunto de unidades productivas de baja capitalización que se asocia con el uso de tecnologías obsoletas de bajo costo y que funcionan fuera del margen de la legalidad.

Bibliografía

Cortés F. (2000), “La metamorfosis de los marginales: La polémica sobre el sector informal en América Latina” en Tratado Latinoamericano de Sociología del Trabajo, México, Universidad Autónoma Metropolitana, Fondo de Cultura Económica, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales y El Colegio de México, pp. 592-618.

De la Garza, E. (2000), “La Flexibilidad del trabajo en América Latina” en Tratado Latinoamericano de Sociología del Trabajo, México, Universidad Autónoma Metropolitana, Fondo de Cultura Económica, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales y El Colegio de México, pp. 148-178.

De la Garza, E. (2000), “Las Teorías sobre reestructuración productiva y América Latina” en Tratado Latinoamericano de Sociología del Trabajo, México, Universidad Autónoma Metropolitana, Fondo de Cultura Económica, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales y El Colegio de México, pp. 716-734.

De Oliveira O. y Marina A. “Trabajo femenino en América Latina: Un recuento de los principales enfoque analíticos” en Tratado Latinoamericano de Sociología del Trabajo, México, Universidad Autónoma Metropolitana, Fondo de Cultura Económica, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales y El Colegio de México, pp. 644-663.

Echeverría, M. (2003) “Aportes para el debate conceptual sobre flexibilidad Laboral” en Colección Ideas, Año 4, núm. 29, Marzo 2003, México, publicación electrónica, 17 Pág.

Gamboa, T., Vilma V. y Madelein A. (2004), “Eficiencia de la Atención en Salud y Flexibilidad Laboral en Colombia” en Gaceta Laboral, mayo-agosto, año/Vol. 10. núm. 002, Universidad de Zulia, Maracaibo Venezuela, pp. 143-164.

Guadarrama, R. (2000), “La cultura Laboral” en Tratado Latinoamericano de Sociología del Trabajo, México, Universidad Autónoma Metropolitana, Fondo de Cultura Económica, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales y El Colegio de México, pp. 213-242.

Lucena, H. (2000), “El cambio en las relaciones industriales en América Latina”, en Tratado Latinoamericano de Sociología del Trabajo, México, Universidad Autónoma Metropolitana, Fondo de Cultura Económica, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales y El Colegio de México, pp. 422-450.

Partida, R. (2001), “Empleo flexible: El trabajo subcontratado en Jalisco”, en Región y Sociedad, Vol. XIII, núm. 2; El Colegio de Sonora, México, pp. 99-127.

Tunal, G. (2002), “La flexibilidad laboral en la contratación colectiva en México”, en Economía, Sociedad y Territorio, Vol. III, núm. 11, enero-junio, México, El colegio Mexiquense, pp. 409-440.

Yáñez, S. (1999), “Consideraciones sobre flexibilidad laboral planteadas desde una mirada de genero” en Ensignia, J. y S. Yáñez, editores. 1999. Sindicalismo, género y flexibilización en el Mercosur y Chile. Inserción laboral femenina. Fundación Friedrich Ebert Representación Chile) y Centro de Estudios de la Mujer (CEM), Santiago de Chile. pp. 97-110.

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