lunes, septiembre 11, 2006

El hombre encadenado por la libertad

Por Carlos N. Mora Duro

La filosofía podrá dar mejores cuentas de las discusiones que se han generado en su seno, sobre el hombre recluido en los límites de la sociedad en la que le toco vivir. El presente ensayo busca desarrollar un eje temático a través del cual brincar en una dirección y otra abordando durante el ejercicio algunos de los autores revisados durante el curso de sociología política.

El eje temático al que quisiera apegarme es la libertad del hombre; esa libertad a la cual podemos asistir con tan solo hojear un simple diccionario de la lengua en la cual se quiera leer la libertad. Las nociones principales que podemos encontrar de la libertad son las de la libertad de acción, de decisión, de elección, de expresión, de culto, entre otras. No voy a detenerme abordar todas y cada una de las acepciones de libertad conocidas y por conocer. Me interesa abordar la perorata a los vacíos del discurso de la libertad del hombre moderno liberal y expuesto a la dinámica de mercado.

I
La modernidad dice Wallerstein (2003), se configuro durante la revolución industrial a través del desarrollo de la concepción de ciencia y del progreso; pero también se puede agregar que a través de la idea de libertad. Una libertad inspirada en la centralidad del hombre como ser racional.

La modernidad se presenta ante todo como una realidad social y como una visión de mundo que entierra con su sequito de racionalidad, libertad y progreso otra visión del mundo, la tradicional, del antiguo orden establecido.

Ante el advenimiento de un nuevo esquema de organización y visión social los individuos reaccionaron con el establecimiento de tres tipos de ideologías la conservadora, la liberal y la socialista.

La ideología conservadora se manifestó como una reacción ante el intento de cambio establecido por la modernidad y se sustento bajo la idea de mantenimiento del antiguo régimen. Los instrumentos esenciales y la visión de sujeto que sustentan esta ideología fueron las instituciones tradicionales; la familia, la moral, la iglesia, etc. El sujeto es impórtate sólo como miembro de algunas de las instituciones que brindan fortaleza al status quo.

La otra ideología generada fue el liberalismo, él cual es sintomático de la modernidad. El liberalismo se adueño de puntos estratégicos de la modernidad, pero sobre todo de la libertad como elemento sine qua non de sus principios, por eso mismo, el individuo constituido desde el liberalismo, es el individuo libre. El liberalismo se constituyo como la postura contraria de conservadurismo y estableció toda una nueva conciencia del ‘ser moderno’, racional, libre de los demonios irracionales del pasado y de la tradición.

La última ideología en surgir fue el socialismo, considerados así mismo como los herederos de la revolución francesa, se proponían alcanzar un estado superior en el ciclo histórico a través de un cambio radical y rápido, es por eso que la revolución es el elemento importante para el cambio. La visión de sujeto que el socialismo contemplaba es un sujeto con respecto de el colectivo; los intereses individuales son sacrificados e función de los objetivos del colectivo.

Como podemos observar, después del surgimiento de la concepción del mundo moderno y principalmente de la subjetividad del hombre moderno, se concibieron ideologías como respuesta a la nueva forma de mirar el mundo. Algo importante por destacar es las distintas imágenes que cada ideología tiene del individuo, lo que determina en gran parte la forma de actuar para con la sociedad.

Para el conservadurismo lo importante son las instituciones tradicionales, por lo tanto sus inclinaciones están dirigidas a favor de instituciones como la iglesia y el estado. Para el socialismo lo más importante es la voluntad del colectivo, aunque tienda a perderse la brújula a la hora de hablar de que colectivo se refiere y que voluntad se quiere; los intereses e incluso la integridad del individuo se ven subordinadas por el bienestar de la comunidad. Para el liberalismo se observa que el individuo que cuenta es el individuo racional y libre; sin embargo hay que observar hasta donde se extiende los límites de su libertad y de su conciencia racional con respecto de las estructuras que lo conforman.

En cada caso, cada ideología emplea distintas imágenes del individuo al cual dirigirse y al cual dirigir; al fin y al cabo, cada una de ellas se instaura en el estado y estable una estructura peculiar de su pensamiento que afecta directamente a los individuos, los cuales en la mayoría de los casos ejercen las acciones propias de sus sistema sin hacer un acto critico de él.

II
Pero ¿como funciona está asimilación y aceptación de las estructuras determinadas por ideologías heredadas? Al hacer una mención sobre los sistemas constitutivos de los sistemas sociales, Habermas (1998) se encarga de desglosar estos de la siguiente manera. Por un lado encuentra que los sistemas de intercambio se dan a través de la producción (recursos de la naturaleza exterior) y por otro lado el intercambio en los sistemas comunicativos que se da por medio de la socialización. Los sistemas de sociedad están determinados por su grado de integración y autonomía sistémica, en otras palabras, por su grado de conformismo social, de tal manera, podemos determinar que una sociedad está desarrollada en el grado en que su capacidad de aprendizaje de las formas legítimas sea mayor.

Ante la dinámica que proporciona al sistema social la autonomía sistémica y el crecimiento de la complejidad social, las estructuras normativas son directamente atenuadas por la contingencia provocada y en consecuencia éstas tienen que ser reestructuradas constantemente.

Los individuos adquieren el carácter normativo y veritativo de las estructuras de autogobierno mediante los sistemas de aprendizaje en la acción comunicativa. Las motivaciones juegan un papel preponderante al representar interiorizaciones de estructuras de expectativas representadas simbólicamente.

Los valores y normas notadas en las motivaciones sociales poseen un carácter de verdad, al nivel de las formas morales y de una moral universal. Es aquí donde se presenta uno de los papeles de la moral, el de constituir el conformismo y la cooperación de los individuos en su propia dominación desde el estado, por formas ideológicas establecidas y heredadas de antigua data.

En el punto anterior es donde descansa la base de la legitimación; en las formas de apropiación y presentación de las motivaciones individuales compartidas intersubjetivamente lo que representa en sí, los principios últimos en que puede sostenerse la vigencia del control de gobierno.

La coacción estructural es el medio por el cual se acreditan las opciones legítimas y ‘buenas’ que son respetadas y aceptadas dentro del sistema social. Sin embargo, está coacción que sostiene a la legitimidad sólo es aplicable en la practica mientras se respete, cuando esto no sucede se generan entonces las crisis de motivación, razones no contingentes, déficit de legitimación, una evolución doctrinaria de los sistemas de interpretación y en ultimo termino la limitación de la capacidad adaptativa de la sociedad. Lo que provoca una crisis de legitimación.

Al dar constancia de la existencia de los poderes sociales que funcionan como controles de los individuos, Habermas (1998) menciona que estos son considerados legítimos siempre y cuando, se establezcan como ordenamientos positivos (motivados por sus razones de justificación) y por otro lado sean considerados como legales. Es entonces cuando lo legítimo sufre un trocado en algo legal. Sin embargo la validez de una norma no está condicionada por su obligatoriedad sino más bien por su convicción, formulada a través de lo que Habermas considera un pacto motivado racionalmente, algo así como el consenso logrado intersubjetivamente que exhibe las formas correctas y respetadas.

En esta proposición lo importante es observar a la comunidad de comunicación de los interesados, ya que de ésta se desprende la pretensión de validez de las normas ‘correctas’. Sin embargo el pacto de motivación racional está determinado por el procedimiento discursivo. En otras palabras la ideología implantada en el estado establece sus formas discursivas y de tal manera sus criterios de verdad; a través de las cuestiones veritativas que proporciona la racionalidad; a través de los sistemas de comunicación, determinados por el lenguaje y a través de una moral universal, no sólo de carácter religiosos sino disciplinario.

En este caso la supuesta libertad del hombre se ve reducida por formas de legitimación sutiles como el discurso, la moral y sobre todo la racionalidad; que en todo caso proporcionan libertad dentro de los límites de la las estructuras de verificación del estado.

III
Es importante poner especial atención a la subjetividad del hombre moderno racional en relación con su libertad, por que establece uno de los elementos principales de inflexión en el establecimiento de la modernidad. A decir de Habermas (2001) la subjetividad del hombre moderno está caracterizada por la apropiación de su libertad de elegir, el sujeto que se proclama así mismo el derecho de decidir ante un mundo de elecciones. Aunque también contrasta esa libertad de elección con la soledad ganada a través del mismo mecanismo libertador.

La subjetivad del hombre moderno se caracteriza por la ausencia de revestimiento de autoridad de las instancias tradicionales, trasplantadas ahora en su libertad y en su soledad. Empero la consecuencia de este hecho es que el hombre moderno sufre de la ausencia de la seguridad del camino que proporcionaba las antiguas guías.

El sujeto completa en su andanza moderna la escisión entre el objeto y el sujeto, se observa así mismo como alejado del mundo, distinto de todo, se convierte en un espectador que mira por encima el mundo y su totalidad. En otro sentido, el hombre se convierte asimismo en un objeto pensante y certificado de la verdad; ya que a través de él, puede medir los criterios veritativos de su entorno.

Ante el hemisferio de posibilidades que la modernidad nos acota y nos atribuye, el sujeto moderno se ve incluido en un mundo complejo, lleno de incertidumbre y cambiante; que te brinda desde las posibilidades de aventura más alta hasta las peores inseguridades, en un universo que se compone como efímero e inseguro, un universo que se devánese en el aire. (Berman, 2004).

La libertad sustentada en la racionalidad se vuelve un camino incierto y sinuoso en donde el hombre moderno adquiere las mil posibilidades, limitadas por la ideología y las trabas legitimadoras, y que sin embargo se convierten en una soledad exacerbada y una perdida del papel de cada sujeto en el mundo.

Los sujetos modernos caminan por las calles de las ciudades observándose como zombis que necesitan cumplir con la rutina del día sin saber certeramente por que lo hacen o para quien. Y sin embargo la felicidad y la armonía son constantes búsquedas de los individuos, que se limitan a vivir y contestar de manera educada los cuestionamientos de la modernidad.

IV
¿En que momento el sujeto se vuelve individuo inconciente de las formas de dominación instauradas por los sistemas de gobierno y por la ideología a la cabeza? Y como funcionan esas formas de mancipación de las personas, de tal manera que el confirmo instaurado por los procesos comunicativos se engendran en formas nuevas como la ciencia y la tecnología.

Quizás una de las obras que mejor respondan a estas cuestiones es la del hombre Unidimensional de Herbert Marcuse (2001); donde hace un diagnóstico lapidario del capitalismo que se convertiría en el gran sistema dominador y el punto de partida obligado para el rechazo que toda la izquierda universal haría del capitalismo en los años 60: alienación, productivismo, consumismo, medios masivos alienadores, publicidad, todo esto y mucho más es lo que convertiría -según Marcuse- al hombre potencialmente libre en un hombre unidimensional incapaz de pensamiento crítico y de actitudes contestatarias.

A diferencia del marxismo clásico, para Marcuse el proletariado no era una clase revolucionaria en sí ni mucho menos, y él personalmente era más escéptico aún ante la supuesta inevitabilidad de la crisis capitalista sostenida una y otra vez por la astucia de la razón capitalista
Su falta de fe en el proletariado, al igual que para el pensamiento de la escuela de Frankfurt se debía a las concesiones comodinas que se otorgan al proletariado con el pretexto de la conquista de las luchas obreras; lo que provocaba, en el mejor de los casos el conformismo de los trabajadores.

Para Marcuse, los medios de comunicación y las industrias culturales, así como las expresiones de la publicidad comercial, reproducen y socializan en los valores el sistema dominante y amenazan con eliminar el pensamiento y la crítica. Los efectos de esta orientación mediática crean un escenario cultural cerrado, unidimensional, que propicia una especie de pensamiento único y determina la conducta del individuo en la sociedad. Los medios crean una estructura de dominación, bajo la apariencia de una conciencia feliz que inhibe la posibilidad de cambio hacia la liberación.

Los medios de comunicación, y la tecnología que se manifiesta como cordero blanco, a través de un lenguaje informal, no dan explicaciones ni ofrecen conceptos, sino que aportan imágenes. Descontextualizan, niega la referencia histórica. Lejos de moverse entre la verdad o la mentira, se limitan a imponer un modelo.

Aunque la tesis central de El hombre unidimensional era tremendamente pesimista, y a pesar a de que la obra fue criticada tanto por la derecha como por la izquierda, Marcuse era subterráneamente propositito, utópico, y tenía una esperanza profunda en la transformación social.

Las principales ideas que me gustaría retomar de Marcuse (2001) para el propósito de este ensayo son el de la conciencia feliz y el del cierre del discurso. La conciencia feliz se muestra como una conciencia racional y veritativa de las condiciones sistémicas de la sociedad, la cual permite la dominación de los individuos ante la amabilidad y comodidad social que proporcionan los incentivos inmediatos como un buen trabajo y un buen salario que nos permitan sustentar nuestra actitud consumista. Los medios de comunicación se encargan de crear un vínculo de comunicación entre sujetos para legitimar el sistema y el control ejercido.

Por otro lado se observa el cierre del discurso del sistema capitalista, que no es otra cosa que la eliminación de la conciencia crítica, usando como principal herramienta a la racionalidad. Es innegable que se tacha de irracional a todo a que piensa que el sistema es un dictador dominante que nos impone una sola dimensión en la cual movernos y por lo tanto nos suministra una libertad sostenida con sutiles grilletes.

El cierre del discurso implica por lo tanto la coacción de la voluntad de los individuos a través del lenguaje y del cuestionamiento del sistema estructurado, se procura ante todo crear sustantivos hipnóticos, acríticos y predicados lineales sin contradicción. La única libertad posible en este sentido es una libertad inconcientemente represiva y controlada, una no libertad proporcionada por el sistema mundo de mercado capitalista, engendrada desde las entrañas del liberalismo y de la modernidad.

V
Por ultimo quisiera hacer referencia a la obra de Bauman (2003), Trabajo, consumismo y nuevos pobres; la idea principal de esta obra está basada en el análisis del trabajo a través de sus reconfiguraciones en concomitante con el establecimiento de una ética del trabajo y posteriormente una búsqueda de la estética; determinadas en todo momento por las necesidades de la estructura capitalista.

El trabajo se instauro como una necesidad moral en la sociedad y entra cada uno de los individuos; sin embargo, desde el sistema mundo capitalista, el trabajo se estableció como una actividad básica que ayuda a reproducir las ganancias del capital. Por lo tanto las estrategias especificas de cada época fueron necesarias, como lo de la ética del trabajo y posteriormente la estética del consumo. Como ya he mencionado anteriormente el sistema liberal capitalista está en constante dinamismos de sus fuerzas legitimadoras para no caer en problemas de legitimación, aunque a veces esto es inevitable, ya que las crisis del capitalismo son inherentes a él.

Las sanciones morales dentro de la estructura social tuvieron que ser legitimadas dentro de las lógicas organizativas; el principio ‘legitimador’ que mejor cumplía con esta objetivo era la ética del trabajo. El objetivo de ésta fue desde un principio establecer como imperativo al trabajo como una actividad normal, valiosa, virtuosa, noble; en contraparte del no trabajo que significa lo anormal, lo malo, el no progreso. Por eso era necesario trabajar y además de eso enseñar a todos a aspirar a un nivel de vida mejor, a desear cosas nuevas y superiores, adquiridas únicamente mediante la riqueza material y moral del trabajo. El trabajo imponía la honorabilidad y la decencia, ser trabajador era ante todo ser un hombre honrado.

Para que los individuos asistieran al trabajo a cumplir con su ración de explotación voluntaria, si hacerlos sentir la vulnerabilidad de su libertad fingida, Bauman (2001) menciona que se libró una estremecedora batalla contra ‘la tradición’ de todos aquellos campesinos y trabajadores artesanales ahora trocados en obreros, porque de ellos sólo se necesitaba su esfuerzo, su mano de obra, su productividad (instrucción mecánica); para dejar a un lado su orgullo, su honor, su conocimiento, el telos de su trabajo, en otras palabras el sentido de realizarlo. La lucha por la ética del trabajo era la batalla por imponer el control y la subordinación, sin encañonar a nadie pero teniendo la misma eficacia. Se trataba de una lucha por el poder en todo, salvo en el nombre; una batalla para obligar a los trabajadores a aceptar, en homenaje a la ética y a la nobleza del trabajo, una vida que ni era noble si se ajustaba a sus propios principios de moral.

Ante esta lógica legitimada las opciones eran pocas, por un lado te adecuabas a la miserable vida de obrero pobre o te morías en la aún más miserable vida de la indigencia. La libertad liberal te regalaba la decisión de adoptar la vida digna del empleo o la impúdica vida de indigente, sin embargo la estructura de la sociedad estaba diseñada para radicalizar al máximo la vida de aquellos indigentes que no tenían la posibilidad de insertarse en la rueda laboral. Las ‘leyes de los pobres’ estuvieron enfocadas en radicalizar la vida de los indigentes para que no quedara más opción que trabajar. Por lo tanto la supuesta libertad, no era más que un discurso, ya que de facto trabajabas o te morías de hambre.

El trabajo se estableció como una actividad determinante de la sociedad moderna en sus tres niveles, el individual (determinaba el status y el rol social), el orden social (las fabricas moldeaban a los sujetos para el Estado) y para la supervivencia de la sociedad (sistema de producción de bienes). Además de que funcionó como un elemento que enlazó y comunicó a los tres anteriores.

Sin embargo está ética del trabajo tuvo su auge de aceptación durante algún lapso después del cual empezó agotarse. Ante la desilusión sobre la ‘realidad del trabajo’, la pobreza, la indigencia y la explotación se buscó una nueva alternativa eficaz de dominio que asegurara la permanencia del esfuerzo del trabajo, pero mandando al olvido las cuestiones morales y virtuosas sobre él. Entonces se pasó a exaltar los incentivos materiales que cada obrero ganaría como fruto de su esfuerzo a la hora de trabajar; en tal caso, entre más se trabajase, más dinero se tendría para adquirir una serie de estímulos .

Otrora era sólo necesario ser productores-trabajadores, ya que eso era lo que requería la estructura capitalista. En la segunda etapa de esta modernidad la más imperiosa obligación es ser consumidores, pero para lograrlo hay que ser primero trabajadores, trabajadores con los suficientes recursos económicos para tener libertad de elegir entre la gran novedad de productos que la sociedad del consumo nos presenta en aparador de oro, para nuestra admiración. Entre el deseo creado ante la necesidad de un consumo por un producto cualquiera y la satisfacción de esa necesidad existe un mediador importante, el dinero; es por eso que es tan importante ser un buen trabajador, para ser un buen consumidor.

El consumo es un acto rapaz, consumir significa también destruir, agotar. Un consumidor es insaciable, nunca se compromete, su satisfacción es instantánea, está expuesto siempre a nuevas tentaciones, aunque siempre cree que no ejerce más que un libre ejercicio de voluntad. Un consumidor esta medido siempre por el deseo y la inmediatez de su deseo; su felicidad está determinado por la cantidad de elección y satisfacción, y de todos los bienes y servicios que pueda adquirir en ese proceso; aunque está conciente de lo superfluo que esa felicidad representa.

Anteriormente se fundaban la identidades, vocaciones y puesto de trabajo y formas de vida con base en el trabajo, actualmente esto es inviable; la identidad se vuelve en un objeto de consumo, efímero, variable y abiertas al consumo. Las instituciones normativas se vuelven ‘disfuncionales’ ante el nuevo espectro del consumo, por eso el espíritu del consumo repudia todas las pretensiones legales que limiten su ‘libertad de elegir’.

El consumo es una actividad individual, solitaria, aunque se puede reunirse par consumir, no deja de serlo; el consumo (el deseo y la libertad de elegir) determina la escala social a ocupar, el dinero o capital pasan a segundo termino; se pasa de la ética a la estética ya que ésta ultima premia las más intensas experiencias y la elección constante, a cada momento.

El consumo es ante todo una radicalización del deseo pero por sobre todo de la libertad; se exalta la libertad de elección que tiene cada individuo para seleccionar entre la infinidad de productos que le proporcionan la satisfacción de los medios, pero sin embargo jamás se publicita las restricciones del consumo debido al nivel de ingresos del sujeto. Se puede consumir al máximo pero con los requerimientos cinismo. Esta libertad se convierte rápidamente en una abyecta prisión en la cual estamos sumergidos y en la cual, pese a los esfuerzos del trabajo y del ahorro nunca podremos liberarnos.

VI
El hombre encadenado por la libertad, es el hombre moderno, sumergido en el sistema liberal capitalista, que algunos han convenido en llamar actualmente neoliberal. Es aquel hombre determinado por las estructuras heredadas por la modernidad y determinadas por las fuerzas de mercado, que deciden a su conveniencia el destino de su visión de individuos, siempre determinando su decisión con base en las ganancias y la reproducibilidad del sistema de mercado.

Es un hombre que nació libre en el discurso liberal, libre para desmontar su acción y su decisión, libre para determinar sus gustos y sobre todo el rumbo de su vida; es una lastima que en el discurso se pierdan las buenas intenciones; de facto, el hombre moderno es participe de su predeterminación y es participe de su dominación, gracias a la eficaz herramienta de la racionalidad y de la conciencia feliz engendrada por los preceptos heredados por la revolución francesa.

Weber (2006: 99) plantea su pesimismo con respecto de esta dominación modernista del individuo diciendo que el sistema económico capitalista actual es como un cosmos extraordinario en el que el individuo nace y al que, al menos en cuanto individuo, le es dado como una jaula prácticamente irreformable, una cárcel infranqueable, un muro impenetrable; Sin embargo Habermas considera que al determinar al mundo como contingente (que podría ser de otro modo), establece, en el sujeto la posibilidad de refutar la fundamentación veritativa de la estructura capitalista y establecer una nueva forma. Para lo cual se requiere, en todo caso, el llamado para la toma de partido a favor de la razón. Pero esta, como toma de partido, sólo puede fundamentarse en la medida en la que se planteen alternativas dentro de una forma de vida comunicativa en la cual ya se está y que se comparte.

En otras palabras, la red de comunicación intersubjetiva que sirve de soporte para la interiorización y legitimación del sistema puede servir para también para la concientización y la emancipación del individuo, siempre y cuando se asista a la razón, no como un prejuicio racionalista, sino como un acto de verdadera conciencia y liberación.


Notas:

[1]Por ideología entiendo un cúmulo de ideas que se emplean para un programa político. (Wallerstein, 2003).

Bibliografía

Bauman Zygmunt. (2001), “La globalización, Consecuencias Humanas”, Fondo de Cultura Económica, México, 171 pp.

Berman, Marshall (2004), Todo lo solidó se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad, Siglo XXI editores, México, 386 págs.

Habermas, Jürgen (1998), Problemas de legitimación en el capitalismo tardío, Editorial Trotta, Madrid, 185 págs.

Habermas, Jürgen (2001), Más allá del Estado Nacional, Amorrortu editores, Buenos aires, 170 págs.

Marcuse, Herbert (2001), El hombre unidimensional, Ariel, España, 268 págs.

Wallerstein, Immanuel (2003), Después del Liberalismo, Siglo XXI editores, México, 268 págs.

Weber, Max (2006), La ética protestante y el espíritu del capitalismo, Fondo de Cultura Económica, México, 564 págs.

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